Un ensayo personal por Sabrina Rodríguez
En un lugar secreto de Londres, durante algunos meses de 2015, bajando unas escaleras a un sótano, se podía dejar atrás el bullicio de la ciudad para entrar en el maravilloso mundo de Twin Peaks. The Owls Are Not What They Seem fue una cena con espectáculo de teatro inmersivo incluido, producida por la compañía inglesa Lemonade and Laughing Gas. Ahora que ya se han cerrado las cortinas rojas del evento, puedo hablar libremente de mi experiencia, sin peligro de estropearle la sorpresa a nadie.
Un e-mail secreto llegó a mi bandeja de entrada unos días antes de la cita que tenía con el extraño mundo de Twin Peaks. El correo me indicaba el lugar escondido y qué hacer para entrar, que el dress code era “surreal small town America or extravagant Lynchian chic” y que, por favor, no compartiésemos información, fotos o vídeos en Internet y así poder mantener el misterio para los que viniesen después.
A la hora y lugar acordado llegamos mi pareja y yo ataviados con nuestras mejores galas lynchianas. Encontramos una cola de gente vestida de forma similar a nosotros bajo una gran flecha roja luminosa que apuntaba a una pequeña puerta negra. Contraseña y entra. Dejamos atrás las calles de Londres bajando unas escaleras a un lugar oscuro donde se podía leer en letras verdes de neón THE OWLS ARE NOT WHAT THEY SEEM. Habíamos llegado, Diane.
Entramos en un pasillo, ya iluminado con fluorescentes, y allí nos esperaba un amenazante Leo Johnson… En realidad no se llamaba Leo Johnson, sino algo parecido, pero era el mismo personaje. Eso es debido a que The Owls Are Not What They Seem no era una producción asociada a David Lynch o a Twin Peaks y, por cuestiones de derechos, los nombres tenían que variar un poco. De hecho en ningún momento se nombraba a Twin Peaks, al pueblo se le llamaba Double Pineview. Para el bien del resto de mi relato, utilizaré los nombres originales de la serie.
Leo nos dio un papel del departamento del sheriff de Twin Peaks a cada uno donde aparecía el nombre de nuestro personaje, nuestra historia y la misión que deberíamos realizar durante la noche. Y es que además de ser una cena con espectáculo de teatro inmersivo incluida, también era interactiva. Cada una de las personas del público era un personaje y cuanto más te metieses en el papel, más divertida sería tu estancia y más cosas te pasarían.
Mi personaje era una agorafóbica y durante meses había tenido miedo a salir de mi casa. No sabía muy bien qué había pasado pero sentía algo raro en el aire. Y luego ese asesinato… Menos mal que el líder espiritual del pueblo y yo nos habíamos conocido. Nadie sabía de nuestros encuentros ni de los sacrificios de animales. Nunca sospecharían de mí, al ser la persona famosa en el pueblo por su fobia a los espacios abiertos.
Sabrina, la agorafóbica, en personaje y dispuesta a improvisar, se puso una pegatina con THE AGORAPHOBIC escrito, y del brazo de THE WRITER (el alterego que le tocó a mi pareja), se acercó a la oficina del Sheriff donde esperaba Andy. Firmado el libro de visitas con nuestras huellas dactilares, ya podíamos pasar a la cafetería restaurante de Twin Peaks que estaba al fondo del pasillo, The Double R Diner.
Norma y Shelly nos esperaban allí. Muy amistosas y dicharacheras, nos ofrecieron una taza de damn fine coffee con un toque de whisky, mientras guardaban nuestros abrigos.
—Podéis hacer fotos pero, por favor, para guardar la sorpresa, no las compartáis en redes sociales. Además, aún no se han inventado… —nos dijo Norma sonriendo con complicidad.
Las mesas de la cena eran compartidas con otras personas del público. Todos nos presentamos y nos pusimos a hablar, cada uno actuando como el personaje que le había tocado ser esa noche. La nuestra era la mesa seis. Importante saberlo porque entre plato y plato podías levantarte y explorar todos los lugares secretos que había dentro y fuera del restaurante. En cuanto dijesen “¡mesa seis!” debías volver para continuar cenando.
—¿Menú omnívoro, vegetariano o vegano? ¿Alguna alergia o intolerancia?
Estaban preparados. Yo pedí el menú vegano. Sopa de primero, una hamburguesa vegetal con guarnición de segundo y un postre que consistía en helado y una tarta de cerezas, por supuesto, no podía ser de otra manera.
Durante la cena hubo momentos en los que los personajes hicieron escenas preparadas e instantes oníricos en los que las luces cambiaban y el tiempo parecía detenerse. Cualquiera que haya visto la serie y la película Fuego camina conmigo, reconocería todos esos instantes mágicos. Los actores interactuaban con nosotros improvisando. El agente Cooper, Audrey, Lady Leño, Andy, Lucy, Maddy, Norma, Shelly o el doctor Jacoby estaban allí para hablarnos, confundirnos, interrogarnos o seducirnos.
He de decir que me gustó mucho que, en lugar de contratar a actores que se pareciesen físicamente a los que salían en la serie, decidieron apostar por buenos actores. Yo creo que es preferible y todo el mundo estaba muy bien en su papel.
Mi momento interactivo favorito fue cuando el doctor Jacoby se me acercó nada más entrar y me preguntó por mi agorafobia. Le dije que tenía muchos problemas para salir de casa y controlarla pero que hoy no me podía perder la cena en el Double R porque había algo extraño en el aire esa noche.
—A las diez ven a buscarme. Tenemos una cita en mi consulta —me dijo.
Y eso hice.
—Creo que tenemos una cita, doctor –le dije mientras me acercaba, a la hora acordada.
—Sígueme…
Nos fuimos a un salón contiguo a la sala del restaurante y abrió una puerta que daba a la calle. Allí había aparcada una autocaravana y me invitó a entrar. Nos sentamos y durante unos 10 minutos, grabadora en mano, me pasó consulta psiquiátrica.
—Mire doctor, yo no estoy loca. El asesinato me da la razón. Si todos nos quedásemos en casa, nada de esto hubiese ocurrido —le dije muy seria.
—Es muy interesante eso que dices. Te voy a recetar crema de cacahuete, que es buenísima para la piel. La semana que viene deberíamos volver a vernos para seguir la terapia —me contestó sin inmutarse.
—Estoy de acuerdo en continuar con la terapia. El caso es que salir de casa no me va tan bien, ya sabe. Hoy es una excepción. Tal vez podríamos continuar la consulta por teléfono. ¿Qué le parece?
Jacoby accedió y me llevó de nuevo al salón donde la locura seguía sucediéndose.
Entre plato y plato, y otros momentos de interacción con los personajes, me puse a caminar por el salón comedor descubriendo sus secretos. Había un rincón escondido con cientos de búhos y lechuzas. Cosas que iba llevando la gente. Colgantes, figuras, dibujos, marcos de fotos… ¿Mi favorito? Un marco con forma de búho con la foto de Laura Palmer.
Subiendo unas escaleras encontrabas el local de Jack el Tuerto donde podías tomar licores. Al lado había un hall con juegos de mesa que daba a varias salas, emulando las habitaciones del prostíbulo.
Junto a la máquina de discos del Double R tuve mi interacción favorita con otro miembro del público. Era una chica japonesa cuyo personaje era la chismosa del pueblo. Me hizo un montón de preguntas sobre mi paradero el día de la muerte de la chica.
—Estaba en casa. Siempre estoy en casa —le contesté.
—¿Por qué?
—Tengo agorafobia —le dije señalando la pegatina en mi pecho.
—Es que no sé qué es esa palabra —me contestó en un inglés muy básico.
—Significa que tengo fobia a salir de casa.
—Ah… ¿Y entonces que haces hoy aquí? —me dijo suspicaz. Fue rápida.
—Buena pregunta —le contesté guiñándole un ojo antes de irme al servicio.
—Oh, la agorafóbica. Me alegro mucho de que estés mejor y hayas salido. ¿A dónde vas? —me dijo Andy entre contento y alterado.
—Al servicio. Necesito encerrarme en el baño. Es demasiado para mi fobia salir esta noche —le dije con desesperación.
—Oh, entiendo. Hoy has hecho un esfuerzo muy grande. ¡Espero que te mejores!
Ese era el nivel de improvisación e interacción, como si de un juego de rol en vivo se tratase.
En el baño me llevé una grata sorpresa porque era igual que el baño del instituto de Twin Peaks. Eso es atención al detalle. Tenían unos rotuladores allí puestos para que pudieses escribir si querías en las paredes y había pintadas de todo tipo.
Después del postre llegó el momento de mi misión. En el papel de mi personaje, que me entregó Leo al principio, ponía que después del postre tendría que ir a encontrarme con alguien que conoce todos mis secretos. Me indicaba que fuese a la habitación de las máscaras, en Jack el Tuerto, me pusiese una de las que estaban en la pared y esperase sentada en el sofá. Eso hice.
Al rato apareció un chico del público, me miró y, sin decir una palabra, tomó una de las máscaras y se sentó a mi lado. Ambos hicimos lo que ponía en nuestra misión, así que cogimos unos papeles y bolígrafos que había debajo del sofá y escribimos “nuestras confesiones”. Después las pondríamos en el tablón de anuncios del Double R. Mientras realizábamos estas acciones en silencio, otras personas del público nos observaban. Formábamos parte de la historia.
Una vez terminada la cena, tras la última escena en el hall de Jack el Tuerto, nos dieron a todos caretas de lechuzas y nos llevaron a la otra parte del sótano, donde estaba situado el bar basado en The Roadhouse. Allí podías pedir cocktails y te invitaban a explorar todas las zonas por tu cuenta y ver un par de actuaciones tipo burlesque. La mejor, para mi gusto, fue la de la actriz que hacía de Maddy, ahora caracterizada como Laura, obviamente, haciendo una performance con fuego y luz estroboscópica. Fuego camina conmigo.
Sin duda, una de las mejores cosas de haber podido ir sin saber nada, es el haber tenido la oportunidad de explorar todo y sorprendernos con las diversas habitaciones. En la planta baja había diferentes zonas del Roadhouse, una habitación llena de libros y notas (sede de los Bookhouse Boys, sin duda), otra con dos extrañas televisiones y películas Super 8, y una puerta daba a un lúgubre bosque de pinos, que hasta olía a árboles, con varias grabadoras colgadas de cintas rojas desde el techo. Podías grabar lo que quisieras o escuchar los secretos de los demás.
Subiendo unas escaleras llegabas a la habitación de Laura Palmer y a una puerta oscura que daba a una gran sala donde no se podía ver casi nada. Docenas de cortinas de plástico interrumpían tu paso a la vez que escuchabas sonidos siniestros. He de reconocer que me dio muy mal rollo y que mi pareja tuvo que tirar de mí para que siguiese caminando. Sabía que habría algo terrorífico al final del camino y así fue. El mar de cortinas llevaba a una sala solitaria donde, al fondo, envuelto en plástico, estaba el cadáver de Laura.
¡Y qué gran momento cuando descubrimos la logia negra! Como dos niños en la noche de Reyes, con zapatos nuevos y un montón de caramelos. Visitar el mundo de Twin Peaks por unas horas fue un sueño hecho realidad.
La producción no era perfecta y podían haber trabajado más la historia de la parte teatral, pero la atención al detalle y la habilidad de los actores para improvisar, hizo de nuestra visita a The Owls Are Not What They Seem una grata experiencia.
Como en toda pieza de teatro inmersivo, lo que aquí cuento es mi experiencia propia. Mi pareja tuvo otro tipo de interacciones y vivió otra parte de la historia. Yo misma, si hubiese repetido otro día, no habría visto lo mismo. Eso es uno de los encantos de este tipo de producciones. Sigue este enlace para leer más sobre mi experiencia con el teatro inmersivo, incluso como actriz.
También he de decir que la magia de este evento dependía totalmente de que conocieses el mundo de Twin Peaks y de que estuvieses dispuesto a colaborar y dejarte llevar. No creo que la gente que no fuese muy fan o que no decidiese participar haya disfrutado tanto de la experiencia. Por suerte ese no era nuestro caso y este espectáculo nos ha hecho tener aún más ganas de la nueva temporada que está preparando David Lynch, 25 años después, y que se estrenará en el 2017.
Y recordad…
Las lechuzas no son lo que parecen.
Fotografías: Sabrina Rodríguez, Ivan R. Saldias y Paul Choy. Vídeo: Garry Sykes.